miércoles, 11 de julio de 2007

Algunos Textos


Todavía estaría por el Norte

Sentado al lado del brasero en su pieza que era la viva caracterización del dormitorio de Condorito, el viejo Rasputín, como constaba en los escritos que sacudía al lado del fuego, me descargó una de sus historias de adolescente, cuando por una movida de un vecino partió como vendedor viajero al norte con un gringo de apellido Grosel o algo así, llevaba como dos meses afuera de la casa y el gringo aquel domingo en la mañana lo había retado por la pérdida de unas camisas que le descontó de su salario, era temprano todavía y hacía como una semana que habían llegado a Iquique, salió a dar una vuelta a la plaza principal y se quedó mirando al típico fotógrafo de cajón y se preguntaba cómo podía vivir si en las tres horas que lo estuve mirando nadie se acercó a sacarse una foto por más que el regordete limpiaba y limpiaba el lente de la cámara, se animó acercándose tímidamente  oiga como anda la pega,  así, así no más, está malo ahora, pero en temporada de vacaciones es más bueno, después de un rato, el viejo Rasputín y el fotógrafo llegaron a esa amistad de años, eran los dos de la misma tendencia política, así que faltó poco para que levantaran una candidatura ahí mismo en la plaza, eran como las doce y el Rasputín recién pagado invitó al regordete a tomarse unos tragos a esa picada de pueblo, donde pululan los carteristas y viejos que después de criar a sus hijos con sudor y lágrimas colocan música de Budy Richard en las chanchas y se tomaban sus buenos tragos,  oye cabro como a las cinco de la tarde sale el turno de La Coloso y algunos operarios se rajan con algunas botellas, le decía el regordete al Rasputín mientras éste le dada y le dada a una cerveza, porque después de estar como dos meses sin tomarse un trago, era para el Rasputín un verdadero suplicio, en una de las idas al baño del Rasputín, cuando a la mesa le faltaban algunas botellas para hacer el metro cuadrado, el regordete desapareció dejando a medio filo al joven Rasputín y sin ningún amigo, se volvió hasta la plaza más cocido que paragua de tony y se le ocurrió arrendar una victoria para que se le espantara un poco la mona, porfiado como él solo se las dio de mentado conductor de carruaje,  Oiga yo pago, pero yo manejo, dijo tomando las riendas de la victoria, a no mucho andar el dueño del carruaje lo tapó a garabatos por que casi le desarma el carromato subiendo y bajando cunetas, después de su fallido intento el labio se le había vuelto a calentar, así que volvió a la cantina, se pidió una caña en la barra, estaba en eso cuando un tipo joven como él se le acerco para invitarlo a hacerle compañía ya que este perla andaba con dos minas, el Rasputín ni corto ni perezoso agarró el vaso y se sentó en la mesa saludando, la noche es joven, vamos no más pensaba para sí, después de un rato estaba acaramelado con una de las minas bailando chic-to-chic, al compás de los sones de la chancha, ya el Rasputín estaba más que entonado cuando los primeros cacareos del gallo anunciaban las seis de la mañana,  oye gracias por todo y a la noche nos vemos, hoy me toca trabajar dijo agarrando la servilleta con el numero telefónico de la paloma, al subir las escaleras del hotel donde se hospedaba se fue en bronca con uno de los inquilinos que desde su sobretodo sacó una navaja que el Rasputín con una certera patada a lo kung-fu la hizo rodar escaleras abajo, junto con el sujeto. Después el hombre volvió con una juanita llena de policías aduciendo que el Rasputín le intentó robar, gracias al conserje del hotel no se lo llevaron, pero lo dejaron citado al juzgado, luego de la tole-tole se metió en la habitación y se quedó dormido profundamente, como a las diez de la mañana por una rendija de la habitación la camarera le dejó caer un balde con agua, levántese el patrón lo vino a buscar, dijo la mucama puntuda ella, como pudo el Rasputín se levantó con la caña viva y partió donde el gringo, que como buen extranjero supuso para bien que todos respetaban los horarios como en su Alemania natal, le dio una reprimenda de padre y señor mío y lo mandó de vuelta al hotel para que cambiara el caracho, el Rasputín partió hecho los diantres hasta el hotel y se tomó varios vasos de jugo y volvió a dormirse asustado por la citación al juzgado que gracias a que el inquilino no presentó demanda, me dijo riendo, todavía estaría por el norte.

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